Cuando un niño pequeño se siente desbordado por sus emociones, la forma que tiene de exteriorizar es a través de una rabieta. Esto ya nos da la pauta de que se trata de un comportamiento NATURAL Y ESPERABLE en niños.
Sin embargo, el hecho de que deban ocurrir, no nos tiene por qué dejar en el mero lugar de observadores. Hay mucho que podemos hacer para ayudar a que esta conducta se extinga cuando llegue su momento evolutivo.
¿Qué nos dicen las rabietas?
Cuando nuestro hijo despliega una rabieta ante nosotros, nos está comunicando algo: que ha perdido el control, sus emociones lo acaban de desbordar.
Los niños no han alcanzado la maduración suficiente como para tener los recursos con los que los adultos contamos para gestionar las emociones. Por lo tanto, cuando estas son tan desagradables y tan intensas, los desbordan hasta el punto en el que la única forma que encuentran para comunicarse es a través de un llanto desesperado, el cual involucra a todo su cuerpo. Cuando esto sucede, estamos ante una rabieta.
¿Cuál es nuestro rol ante una rabieta?
La forma en la que actuemos ante la rabieta, y muy especialmente después de que esta haya pasado, será crucial para el bienestar de nuestro hijo, para el nuestro propio y para ayudar a que la rabieta vaya dejando de ser un recurso al que nuestro pequeño recurre para conseguir lo que quiere.
Nuestro rol como padres es el de acompañante emocional.
Este concepto tiene un peso realmente significativo, ya que seremos su referencia para que logre comprender qué le está sucediendo y cómo vivirlo hasta que de manera gradual vaya desapareciendo naturalmente.
A efectos de actuar como acompañante emocional, los adultos deberemos conservar la calma en todo momento. Esto ayudará a que su rabieta vaya dándose de manera natural y sin sentir la no aprobación de este proceso inevitable.
Pasos a seguir ante una rabieta
Entender nuestro rol: lo primero que debemos hacer cuando ocurre una rabieta, es conectarnos con nuestro rol. Nosotros cumpliremos con la función de acompañar a nuestro hijo a que su rabieta pase y que, con el tiempo, vaya desapareciendo como recurso. Por lo tanto, no deberemos ni ceder a lo que nuestro pequeño nos está exigiendo a través de este comportamiento, como tampoco deberemos actuar con agresividad, entendiéndose por ésta cualquier manifestación de violencia física, verbal o psicológica. Es decir, no hay que gritarle, ni distraerlo, ni amenazar. Simplemente esperaremos a que se calme permaneciendo a su lado.
Tratarlo con empatía y respeto: nos pondremos en su lugar, entenderemos lo que le ocurre y se lo haremos saber, siempre con respeto y con actitudes amorosas y firmes.
Asegúrate de que sus necesidades están cubiertas: hay rabietas que son definitivamente inevitables, pero no todas son así.
Si nuestro hijo nos hace un escándalo porque no le compramos una golosina en el supermercado, estamos ante una clásica manifestación de una rabieta normal, la cual es parte del proceso evolutivo y de maduración de nuestro hijo.
Sin embargo, las rabietas que aparecen a causa del hambre, del sueño o del exceso de calor, son evitables. Para evitar estas últimas, tendremos que permanecer muy atentos a que las necesidades básicas de nuestro hijo se encuentren siempre satisfechas.
Emplear la escucha activa: escuchar no es lo mismo que oír. Para que nuestro hijo se calme y confíe en nosotros, lo escucharemos de forma activa. Esto significa mirarlo directamente a los ojos, asintiendo ante lo que nos dice y verbalizando sus emociones, de modo que pueda comprenderlas.
Te felicito por haber llegado hasta aquí en tu lectura, ya que esto quiere decir que te has empapado del manual completo, felicidades!
Ya tienes toda la teoría en tu poder, pero…… No el resultado.
Ya que sin acción no hay resultado.
Así que déjame saber en un comentario si estas dispuesto a ponerte en marcha!
Con Amor,
María José Patino