Decir que no, establecer límites o definir una consecuencia, son acciones imprescindibles en todo proceso educativo. Sin embargo, es muy común que sintamos culpa cuando llega el momento de ponernos firmes. Esto me lleva a recordarte algo fundamental: “La educación y la culpa son totalmente incompatibles”.
Veamos, a continuación, como desterrar cualquier sentir de culpa, de nuestro sistema de pensamiento, para educar de manera correcta, eficiente y por supuesto afectiva.
¿Por qué sentimos culpa al educar a nuestro hijo?
La barrera que la mayoría de los padres no se anima a cruzar es la de decir que no. ¿Qué es lo que nos ocurre para que no podamos decir una palabra tan básica y sencilla que, a su vez, es esencial para educar de manera responsable?
¿QUÉ NOS INVADE LA CULPA?
Esto quiere decir, que empezamos a pensar:
“ Es que no estoy el suficiente tiempo con mi hijo”
“ Tengo mucho estrés y siempre lo termino pagando con mi hijo”
“ No creo que sea una buena madre, un buen padre”
“¿Lo estoy haciendo bien? ¿Podría hacer más de lo que hago?
Una vez metidos en todos estos pensamientos, y ya con la culpa super activada, pasamos a querer evitarle a nuestros hijos la frustración, lo cual deriva en que terminamos criando niños que se convierten en intolerantes a la frustración, esta carencia se puede transformar en importantes limitaciones, ya que nadie escapa a la frustración, por lo que aprender a lidiar con ella es prácticamente un requisito de supervivencia.
¿Podemos ver la paradoja? Para evitar que nuestro hijo sufra durante su etapa educativa, lo condenamos a sufrir toda la vida.
Por último, es muy importante detenernos en el miedo a quedar como los “malos.” Déjame decirte que si esto te ocurre en algún momento, para nada te lo tomes a mal, todo lo contrario. Que tu hijo te lo diga significa que vas por buen camino.
Los niños no odian a sus padres porque reciban un “no” como respuesta, pero sí debemos saber que se enfadan y mucho. Cuando nos dicen esto, es porque no se están pudiendo salir con la suya, algo que es nuestra responsabilidad que ocurra de esta forma, ya que el niño y el adolescente carece de la noción de peligro, y en muchos momentos no llegan a ver qué es lo que realmente necesitan. En consecuencia, ser “malos” implica cuidarlos y proporcionarles experiencias de aprendizajes válidas además de potenciarlos en su desarrollo.
Cómo educar correctamente sin sentirme culpable
Entender la jerarquía: uno de los factores que nos llevan a sentirnos culpables es tener la sensación de estar actuando “por encima” de nuestro hijo. No obstante, muchos ámbitos funcionan por jerarquías y las familias también lo hacen. Algo que no debería ocurrir es sentirnos amigos de nuestros hijos. Somos sus padres y eso nos confiere derechos y obligaciones sobre ellos. Entre los primeros, está dejar claro quién es el responsable de guiar y educar y ejercer nuestro derecho a hacerlo.
Saber que estamos actuando por su bien: cada vez que sientas culpa por lo que estás haciendo, piensa en el propósito de tus acciones. Cuando entiendas que lo que haces es por el bien de tu hijo, la culpa comenzará a desaparecer.
Explicarles el porqué: así como estás en tu derecho de poner las reglas y de decir que no cuando sea necesario hacerlo, tus hijos también tienen derecho de saber la razón de tus decisiones. Una vez que los ánimos se calmen, siéntate a hablar con él y explícale por qué le estás diciendo que no a eso que tanto quiere. Pero ojo, ¡cuidado con no excederte en las explicaciones o tratar de convencerle!
Abrirse a una flexibilidad lógica: Marcar un límite no es sinónimo de “Esto es así pase lo que pase”. Por supuesto que hay cosas que no son negociables, pero no debes temer el modificar un acuerdo cuando la situación lo requiera.
La vida es puro cambio, y la adaptación uno de los grandes aprendizajes. Eso sí, cuando vayas a modificar algún límite, que realmente tenga una razón de peso, porque sino el niño lo interpretará como inconsistencia.
La educación es un proceso complejo que requiere de toda nuestra atención y responsabilidad. Tenemos que ser muy precavidos y no permitir que la culpa se convierta en la guía de nuestras decisiones, ya que esto nos llevará al camino más fácil para deshacernos de nuestras obligaciones y dejar que nuestros hijos “hagan lo que quieran”.
Con Amor,
María José Patino