¿Por qué mi hijo no viene cuando le llamo?

Uno de los mayores premios que un padre o madre puede tener a partir de que su hijo comienza a caminar y hasta los seis años de edad, es que este acuda a sus brazos al escuchar su nombre. Es por ello que a medida que descubrimos que nuestro pequeño ya no viene cuando lo llamamos, empieza la preocupación. Una vez descartadas las razones médicas, tales como la falta de audición, debemos analizar qué está ocurriendo en el entorno, en el mundo emocional de nuestro hijo, o en el propio desarrollo evolutivo ya que allí puede residir la respuesta a su indiferencia.

Razones por las que mi hijo no responde a mi llamada

Flujo mental:

Hasta los seis años de edad, los niños son como esponjas con respecto al aprendizaje, ya que absorben todo lo nuevo que el entorno les proporciona. Por lo tanto, si se encuentra concentrado haciendo algo que le gusta mucho, su mente hará que eso se convierta en una prioridad ante cualquier otra distracción, la cual puede ser tu llamada. En este caso, lo mejor es dejarlo que siga concentrado aprendiendo. Si necesitas interrumpirlo sí o sí, acércate con suavidad y dile lo que tengas que decirle.

Habituación cerebral:

Esta es una de las causas más comunes por las que tu hijo no viene cuando le llamas. Consiste en el acostumbramiento mental a nuestro nombre cuando este se repite de forma permanente e innecesaria en el entorno familiar. Para solucionar este problema, necesitas dejar de llamarlo todo el tiempo. Respeta sus tiempos, sus espacios y sus instancias de juego a solas. Si tienes la costumbre de llamarlo solo para saber lo que está haciendo o para asegurarte de que se encuentre bien, simplemente acércate y compruébalo en persona y en silencio.

Extinción de la respuesta:

Este es el paso siguiente a la habituación cerebral, ya que se da cuando llamas a tu hijo, pero no le dices nada interesante ni juegas con él cuando acude a tu llamada. En estos casos, su mente anulará la relevancia de tu llamada y esta pasará desapercibido para él. La solución a esta situación es muy sencilla, ya que solo tienes que llamarlo cuando vayas a hacer algo interesante con él.

Evitación:

La evitación se produce cuando lo único que recibe tu niño de ti al llamarlo son regaños y gritos. Como un mecanismo de autodefensa, su mente lo llevará a evitar tu llamada, puesto que intentará preservar su bienestar el mayor tiempo posible. Para que tu hijo no caiga en esta estrategia, solo debes recurrir a la educación en positivo. Esta se trata de no recurrir a los regaños ni a los gritos para hacerle ver al niño lo que está mal. En vez de ellos, cuando necesites corregir algo, no lo llames, sino que debes ser tú quien se acerque a él para explicarle con firmeza y la ternura que solo la educación positiva puede dar, qué ha hecho mal, por qué está mal y cómo puede mejorarlo la próxima vez.

Es hora de que te hagas las siguientes preguntas:

1. ¿Cuántas veces llamo a mi hijo, para algo innecesario?
2. ¿Si me llamaran de esa manera, yo iría?
3. ¿Si pongo en una balanza las llamadas agradables VS desagradables, cuales ganan?

Con Amor,
María José Patino