Las conductas agresivas en los niños pueden ser la cara visible de algo que les está ocurriendo a nuestro hijo. Sea cual sea la razón, como adultos debemos saber que no es natural en ningún niño comportarse de forma violenta, por ende, si tú sufres ante los arrebatos de ira de tus hijos, ellos también viven ese estado como un suplicio constante.
¿Por qué surgen las conductas agresivas en niños?
Porque hay violencia en su entorno: manifestar violencia puede ser una forma de decirnos que está sufriendo algún tipo de agresividad. Después de examinar cómo están las cosas en casa y cómo es el trato entre los adultos y hacia nuestro hijo, indaguemos qué sucede en el colegio.
Por una mala gestión de las frustraciones: los niños que no tienen herramientas para lidiar con la frustración, pueden soltarnos un insulto y hasta un manotazo cuando algo no sale como lo esperaban.
Porque se sienten agobiados: estar permanentemente encima de nuestros hijos, no dejándolos comer solos, correr o dibujar sin reprimir el impulso de volcar nuestro perfeccionismo en ellos, puede derivar en una explosión de su parte.
Razones biológicas: no podemos ignorar que hay niños que manifiestan conductas violentas porque padecen de enfermedades psicológicas o psiquiátricas, tales como pueden ser la bipolaridad, la depresión, la psicosis, la esquizofrenia, el trastorno de conducta o el daño en el lóbulo frontal. En estos casos, no alcanzará nuestro buen accionar ni nuestro ejemplo, sino que deberemos derivar su diagnóstico y tratamiento a un profesional.
¿Qué hacer para erradicar las conductas agresivas en nuestros hijos?
9 pasos para eliminarlas
Paciencia: enseñarles a gestionar sus emociones y a lidiar con la frustración lleva su tiempo. Si en el trayecto nos ponemos ansiosos, el resultado logrado se alejará del que buscamos, ya que nuestro hijo se sentirá sobrepasado y reaccionará con más agresividad aún.
No respondiendo de forma agresiva: no eliminamos un grito gritando ni un manotazo pegando; demostremos con acciones el comportamiento que esperamos de ellos.
No reforzando con nuestra atención ciertos insultos: si nuestro hijo nos dice “tonta” de la misma forma en que nos saluda, significa que no tiene idea del significado de la palabra, sino que simplemente está repitiendo algo que escuchó en algún lugar. Si cuando él te dice tonta, logra una reacción en tí, o lo que es lo mismo, le das tu atención, eso tenderá a repetirse.
Darle espacio: fomentemos su independencia dejándolo hacer las cosas que a su edad debería poder hacer solo: comer, vestirse, elegir su ropa, lavarse los dientes… Los niños necesitan ganar autonomía y para ello tenemos que saber cuándo dar un paso al lado para dejar de ser hacedores y convertirnos en supervisores.
Exigirle en la media justa: la exigencia válida es aquella que se encuentra acorde con la edad y con las posibilidades del niño. Es posible que para nuestro hijo sea extremadamente difícil obtener la nota máxima en todas las asignaturas. Entonces, dejemos nuestro propio ego de lado y olvidémonos del afán de competir con otros padres, y pasemos a mirar a nuestro hijo, conocerlo y exigirle de acuerdo a lo que puede dar.
Estoy usando la palabra exigir, si sientes una connotación negativa en ella, puedes cambiarla por la frase “ser firme”, para que cumpla con sus responsabilidades. Son demasiados los niños y adolescentes que me encuentro en mis entrenamientos y sesiones, que verbalizan no soportar la presión, y que esta presión sea hacer sus deberes y estudiar para el examen. Algo está pasando con el esfuerzo y la capacidad de soportar una presión sana, ¿no crees?
No enfadarte: en vez de demostrar enfado, adopta una actitud acorde a la de un adulto cálmalo. A su vez, transmítele un mensaje claro y sin explotar: “no se pega,” “no se grita,” y él irá comprendiendo qué límites no puede transgredir. Termina siempre añadiendo que SI puede hacer, para guiarlo en lo que si esperas de él. Ya que si nos quedamos solo en el NO, puede sentirse perdido y generar más frustración y caos.
No convertir sus arrebatos en el centro de atención: tu hijo necesita y busca tu atención, de modo que si se la das cuando tiene un comportamiento inapropiado, estarás sin querer, reforzando el que eso siga pasando. En cambio, si optas por no darle atención a esa conducta que quieres que desaparezca, él mismo irá regulando su conducta para que sus emociones no lo alejen de lo que quiere.
Reforzar de forma positiva: no le des una reprimenda de leyenda, será mucho más efectivo hacerle notar aquello que hace bien. Dedícale a este hecho toda tu atención y refuerza de forma clara y enérgica.
Darle atención: es posible que tu hijo se comporte de forma agresiva porque esté reclamando una atención que tanto tu trabajo, tus preocupaciones y, de forma imperdonable, hasta tu móvil se está llevando lejos de su lado. Una vez que cumplas con tus obligaciones ineludibles, piensa si lo que vas a hacer es más importante que la atención que a tu hijo le vas a quitar.
No tenemos ni una sola razón para tolerar conductas inapropiadas. Por ello debemos trabajar a diario para erradicarlas sin usar la violencia en el proceso.
Con Amor,
María José Patino