Llegará el día en el que la luz de nuestros ojos, ese hijo que tanto amamos, deberá enfrentarse al mundo sin nuestro apoyo y ayuda. Para hacerlo, necesitará las herramientas adecuadas: entre ellas, la gestión de sus emociones. El éxito que obtenga al buscar trabajo, al conservarlo, al encontrar la pareja indicada, al relacionarse con sus amigos y al criar a sus propios hijos, dependerá de la educación que le demos desde sus primeros años. Dado que cada edad tiene sus necesidades específicas, a continuación abordaremos actividades que podemos poner en práctica con nuestros pequeños según la etapa de su vida que se encuentre atravesando.
De cero a tres años
Dibuja y baila tus emociones:
Le pondremos a nuestro hijo diferentes tipos de música y lo incentivaremos a que dibuje lo que le hacen sentir. Después lo ayudaremos a identificar la emoción, le enseñaremos su nombre y lo guiaremos para que nos diga qué situaciones de la vida cotidiana lo llevan a experimentar esa emoción. Por ejemplo: “me siento enfadado cuando Juan me quita los juguetes.”
El broche de oro de esta actividad consiste en bailar las emociones. De esta forma comprenderá que estas no solo afectan la expresión de nuestro rostro, sino que modifican la actitud de nuestro cuerpo entero. Si tu hijo aún es bebé, puedes obviar la parte de los dibujos y aplicar solo la parte de la música. Puedes bailar con él en tus brazos o ponerlo sobre la cama y mover sus bracitos y piernas al ritmo de la música.
De tres a siete años
Leerles cuentos:
Los cuentos que están bien diseñados, cumplen con la función de llamar a la autoconsciencia, lo que permite que tus hijos se conozcan mejor a ellos mismos a través de los personajes. Busca un libro que les guste, con personajes que se puedan llegar a identificar.
Incluso puedes buscar una trama que sea similar a algo que esté pasando en la vida de tu hijo, y creas que le puede ayudar, trata de buscar siempre que sean cuentos con emociones y enseñanzas. Para que el cuento sea efectivo, debemos leérselo muchas veces o que él lo lea solo. Por ello es recomendable estar atentos a aquellos que más le gustan y recurrir a ellos una y otra vez.
De ocho a doce años
Abanico de alternativas:
Cuando un niño no sabe gestionar sus emociones, puede tender a expresarlas pegando, insultando, revelándose ante los adultos o gritar y romper objetos. Si confiamos en que esta será una actitud pasajera hasta que madure, podemos llevarnos una nada grata sorpresa. Por lo tanto, lo mejor es ayudarles desde pequeños que existen formas positivas de canalizar las emociones menos agradables.
Esta actividad se trata de poner en una bolsa las emociones que están llevando a nuestro hijo a tener actitudes disfuncionales. Le pediremos que saque los papeles de uno en uno y le diremos que piense qué alternativas cree que tiene cuando experimenta esa emoción.
Podemos ayudarlo si no se le ocurre ninguna y también lo apoyaremos a ampliar el abanico de alternativas que él mismo vaya formando. Para que la actividad arroje resultados reales y tangibles, lo mejor es pedirle que escriba en un cuaderno las opciones con las que esté de acuerdo.
De trece a dieciocho años
Arte con las emociones:
La adolescencia es una etapa intensa, en la cual las palabras no siempre son la solución. No obstante, contamos con un recurso útil para todas las edades: el arte. El arte nos conecta con nosotros mismos y nos abstrae del entorno, algo muy útil cuando un adolescente se encuentra experimentando un momento de ira, frustración, resentimiento, impotencia o decepción. Para llevar a cabo esta actividad, le dejaremos a nuestro hijo los recursos necesarios (lápices, tinta, pinturas, arcilla…) para que pueda dibujar, pintar, escribir, esculpir o incluso hacer una melodía con esa emoción. De esta forma, comprenderá que cuando se cierra una puerta, siempre hay otra que se abre.
Así como de un enfado puede nacer un impactante relato o un dibujo admirable, en la vida también se le puede presentar una oportunidad única a partir de lo que en un principio parece ser una tragedia personal. Todo dependerá de cómo afronte las circunstancias.
Con Amor,
María José Patino