¿Por qué los Castigos no Funcionan?

Probablemente aprendiste de tus propios padres que el castigo es una forma “¿positiva?” de enseñar a los hijos que tienen un mal comportamiento.

Frases como… “una torta a tiempo lo arregla”, “si se porta mal merece un castigo” “¡a mí me castigaban y he salido bien!”… Nos hace pensar que tal vez son necesarios para criar correctamente a los hijos ¿Pero… lo son?

El otro día leí la frase “castigar no es educar” en uno de nuestros manuales de formación, y me inspiró a escribir este artículo.

Lo que esta frase quiere decir es que, si bien es cierto que mediante un castigo es posible modificar un mal comportamiento, este no logrará un efecto a largo plazo.

El niño aprenderá a hacer las cosas para evitar ser castigado y no por su propia elección. Es decir una obediencia ciega, de manera que no va a entender por qué debe hacer o dejar de hacer, siendo siempre guiado por la reacción de sus padres ante lo que hace, siéndole así ajenas las consecuencias de sus actos.

Además, el castigo deteriora el vínculo que tiene el niño con sus padres, al perder la confianza que tiene en ellos, genera resentimiento y miedo, vuelve frágil su autoestima, desarrolla conductas de evitación o violentas, disminuye su seguridad y creatividad.

Espero que tras leer esto, te hagas la siguiente pregunta… ¿en serio pueden ser tan perjudiciales los castigos?

Los adultos bajos de autoestima, de autocontrol, y de un sentido en la vida, son producto de una infancia muy controlada. Probablemente estos adultos fueron niños a los que se les enseñó a reprimir su conducta. Se les enseñó que expresar sus emociones no es algo correcto y esa idea forma parte de ellos ahora, aprendieron a hacer las cosas porque alguien lo diga y no porque tenga una consecuencia, que le lleve a elegir que hacer por el mismo.

Cuando un niño tiene una mala conducta es porque no ha comprendido cuál es la razón para dejar de portarse de esa manera, tal vez no entendió lo que le dijiste la última vez que hizo algo similar. Por ello es crucial que tu hijo desarrolle el pensamiento reflexivo, y como padre puedes ayudarle a hacerlo.

Te pongo un ejemplo, si un niño pinta la pared con los colores, decirle “ahora la pared está sucia porque la has pintado así que hay que limpiarla”. El niño reflexiona y concluye que su acto tiene una consecuencia (la pared sucia) que debe ser reparada (limpiándola).

Nosotros los adultos cuando llegamos a la edad de valernos por nosotros mismos, ya no tenemos a nuestros padres todo el tiempo para decirnos qué hacer y qué no. Decidimos por nosotros mismos, y lo que aprendimos cuando éramos niños nos ayuda a moldear nuestra conducta, por ello es necesario formar a los niños para diferenciar lo bueno de lo malo. Las conductas que los niños ven en sus padres, serán repetidas en su adultez.

Buscar establecer acuerdos que beneficien a ambas partes. Donde las consecuencias sean naturales derivadas de la acción. Se requiere un cambio interno y consciente en los padres grandes dosis de criterio, disciplina y amor.

En conclusión, no se puede educar a través de la violencia, los niños deben encontrar en sus padres seguridad y amor, el lugar seguro donde acudir ante cualquier circunstancia, sin miedo a ser juzgados o que los quieran menos. La niñez es una etapa fundamental en el desarrollo de la persona, tu hijo aprende de todo lo que ocurre alrededor de él. Educar es vital, requiere paciencia, dedicación y mucho amor.

El trabajo de los padres como educadores debe buscar mostrar alternativas que ayuden al niño a reflexionar sobre las consecuencias que le traen un mal comportamiento. En método Emotraining buscamos que tanto los hijos como los padres sean felices y su relación sea la mejor, dando lugar a vínculos llenos de amor, confianza y comprensión.

Para que puedas seguir entrenando te dejamos este vídeo con una sencilla, rápida y eficaz práctica para tener más PACIENCIA.

Educar desde el Amor
Método Emotraining