¿Cómo Acabar con la Agresividad de mi Hijo?

La preocupación generada por el aumento de la agresividad de los menores a hecho saltar las alarmas en las familias. Los medios de comunicación dan noticias diarias sobre situaciones de violencia extrema protagonizadas por menores.

La posibilidad de que un niño desarrolle una conducta agresiva o incluso violenta es uno de los principales temores de los padres en la actualidad. El objetivo de este contenido, es explicar cómo prevenir las conductas agresivas fomentando comportamientos adecuados.

Existen determinadas conductas de tipo agresivo propias del desarrollo del niño, que brinda la oportunidad de trabajar elementos como el autocontrol, la tolerancia a la frustración, la capacidad para saber posponer el deseo o la adquisición de normas y valores.

Los padres deben perder el miedo a afrontar una rabieta, saber qué hacer si su hijo les insulta o les pega y aprender a evaluar si existe en la familia factores que facilitan la aparición de comportamientos agresivos y cómo sustituirlos por los adecuados.

El cambio se centra en crear la nueva conducta en vez de tratar de destruir la que no queremos.

La agresividad es una conducta que implica emociones de ira y odio y deseos de dañar a otras persona, animal u objeto. La agresión es cualquier forma de conducta que pretende herir física o psicológicamente a alguien. Esto se traduce en empujones, golpes, arañazos, pellizcos, patadas, insultos, burlas, amenazas o incluso la indiferencia.

Todos, en algún momento, sentimos agresividad. Lo que nos diferencia es el modo en que cada uno la canalizamos. Para aprender a encauzarla necesitamos saber qué es un comportamiento agresivo, identificar sus componentes y detectar que puede favorecerlo.

Un niño impulsivo no sabe diferenciar lo que desea de lo que necesita. Una de las maneras de ayudarlo es evitar que consiga sus objetivos mediante rabietas. Así irá reflexionando y discriminando lo que puede hacer u obtener y lo que no. También es importante que las metas que se le propone sean acorde a su edad y sus capacidades.

Un niño con menos habilidades puede frustrarse con mucha facilidad. Por eso es fundamental que se valore su esfuerzo por lograr el objetivo, y no el resultado final.

También hay que ayudarlo a planificar estrategias y a solucionar problemas. Los imprevistos pueden causarle ansiedad y frustración. Para evitarlo es importante enseñarle a tener en cuenta posibles contratiempos.

Si el niño está muy ilusionado con salir un día de pesca y lleva preparando toda la semana sus aparejos, es conveniente advertirle de que tal vez pueda llover o anularse la excursión, que tiene que estar preparado por si ocurre y planificar una actividad alternativa, y dejar la pesca para otro día. Lo que pretendemos es enseñarle a que se enfrente de forma positiva a distintas situaciones vitales.

Como entrenar la tolerancia a la frustración

  1. No acceder a demandas irracionales.
  2. No atender ni ceder a peticiones que vengan preferidas de rabietas, pataletas y muestras de ira.
  3. Enseñar al niño a respetar a los demás, sus opiniones, sus turnos de palabra, sus juguetes, etcétera.
  4. No darle inmediatamente lo que pida: dejar pasar un tiempo entre la petición y la concesión.
  5. Enseñarle que conseguir cosas supone esforzarse: plantearle situaciones con dificultades que tenga que superar para conseguir lo que quiere.
  6. Permitirles que se equivoque: no dar solución a todo lo que le ocurra.
  7. Hacer que comparta sus cosas con los demás.

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